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Revolución Industrial: Antecedentes y Contexto🕒 Tiempo estimado: 5 minutos de lectura

Las máquinas se inventaron con el propósito de ahorrar tiempo al trabajo humano. Uno de ellos fue la máquina de vapor que se construyó en Inglaterra durante el siglo XVIII. Gracias a estas máquinas, la producción de bienes ha aumentado y los beneficios también han aumentado. Varios empresarios; luego, comenzaron a invertir en industrias.

Con tanto progreso, las fábricas comenzaron a extenderse por Inglaterra trayendo muchos cambios. Este período es llamado por los historiadores la Revolución Industrial y comenzó en Inglaterra.

La burguesía inglesa era muy rica y durante muchos años continuó expandiendo su negocio de diversas formas:

  • Financiación de ataques piratas (corsarios)
  • Tráfico de esclavos
  • Prestar dinero a interés
  • Pagando bajos salarios a los artesanos que trabajaban en las manufacturas.
  • Ganando guerras
  • Comercio industrial
  • Imponiendo tratados a los países más débiles

Los ingleses daban gran importancia al comercio (cuanto más comercio había, mayor era la competencia).

Cuando hay comercio, hay competencia y para acabar con ella hubo que bajar los precios. Pronto, la burguesía inglesa comenzó a mejorar sus máquinas e invertir en industrias.

Varios campesinos se fueron a trabajar a las fábricas y formaron una nueva clase social: el proletariado.

El desarrollo industrial arruinó a los artesanos, ya que los productos se fabricaban más rápido en las fábricas. La apreciación de la ciencia, la libertad individual y la fe en el progreso animaron al hombre a inventar máquinas.

El gobierno inglés otorgó gran importancia a la educación y los estudios científicos y esto también favoreció los descubrimientos tecnológicos.

Gracias a la Armada inglesa (que era la más grande del mundo y estaba en casi todos los continentes) Inglaterra podía vender sus productos en casi cualquier parte del planeta.

En el siglo XIX la Revolución Industrial llegó a Francia y con el desarrollo de los ferrocarriles creció aún más.

En 1850 llegó a Alemania y sólo a finales del siglo XIX; en Italia y Rusia, en Estados Unidos, el desarrollo industrial solo tuvo lugar en la segunda mitad del siglo XIX.

En Japón, fue recién en las últimas décadas del siglo XIX, cuando el estado se unió a la burguesía (el gobierno prestó dinero a empresarios que querían expandir sus negocios, además de montar y vender industrias a familias ricas), que la industrialización comenzó a crecer. El estado japonés hizo todo lo posible por fomentar el desarrollo capitalista e industrial.

Adam Smith (pensador escocés) escribió en 1776 el libro “La riqueza de las naciones”, en esta obra (que se considera la obra fundacional de la ciencia económica), Smith afirma que el individualismo es bueno para toda la sociedad.

Para él, el Estado debe interferir lo menos posible en la economía. Adam Smith también consideró que las actividades que involucran trabajo humano son importantes y que la industria expande la división del trabajo aumentando la productividad, es decir, cada uno debe especializarse en una sola tarea para que el trabajo pueda ganar más.

La Revolución Industrial trajo riqueza a los burgueses; sin embargo, los trabajadores vivían en la miseria.

Muchas mujeres y niños hacían el trabajo pesado y ganaban muy poco, la jornada laboral variaba de 14 a 16 horas diarias para las mujeres y de 10 a 12 horas diarias para los niños.

Mientras los burgueses se reunían en grandes fiestas para celebrar las ganancias, los trabajadores llegaron a la conclusión de que tendrían que empezar a luchar por sus derechos.

El llamado ludismo fue una de las primeras formas de lucha obrera. El movimiento ludita fue formado por grupos de trabajadores que invadieron fábricas y destruyeron máquinas.

Los luditas lograron algunas victorias, por ejemplo, algunos patrones no recortaron los salarios por temor a la rebelión.

Además del ludismo, surgieron otras organizaciones de trabajadores, además de sindicatos y huelgas.

En 1830, se formó el movimiento cartista en Inglaterra. Los cartistas redactaron un documento llamado “Carta del Pueblo” y lo enviaron al parlamento inglés. La principal reivindicación fue el derecho al voto de todos los hombres (sufragio universal masculino), pero no fue hasta 1867 que se logró este derecho.

Thomas Malthus fue un economista inglés que argumentó que el crecimiento de la población era culpa de los pobres que tenían demasiados hijos y no podían alimentarlos. Para él, los desastres naturales y los provocados por el hombre tenían el papel de reducir la población, equilibrando así el número de personas y los alimentos.

Además, Malthus criticó la distribución de la renta. Su razonamiento era muy simple: los responsables del desarrollo cultural eran los ricos y cobrarles impuestos para ayudar a los pobres estaba mal, después de todo era la clase rica la que patrocinaba la cultura.

El Parlamento inglés (que aparentemente pensaba como Malthus) adoptó en 1834 una ley que abolía cualquier tipo de ayuda gubernamental a los pobres. La excusa utilizada fue que, al ayudar a los pobres, se fomentaría la pereza. El desamparo les serviría de estímulo para buscar trabajo.

La Revolución Industrial cambió la vida de la humanidad. La vida en las ciudades se volvió más importante que la vida en el campo y esto tuvo muchas consecuencias: en las ciudades, los habitantes y los trabajadores vivían en condiciones precarias y vivían a diario con poca higiene, sin mencionar el miedo constante al desempleo y la pobreza.

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