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Origen del baño🕒 Tiempo estimado: 6 minutos de lectura

Estás por descubrir una historia tan antigua como la suciedad misma: ¡la tradición de bañarse! ¿Te has preguntado alguna vez cómo empezó la gente a bañarse? Bueno, en la época prehistórica, la gente no se preocupaba mucho por el olor corporal, por lo que todos andaban por ahí oliendo a mamut y a cueva, como salidos de una discoteca aglomerada. Pero un día, un valiente cavernícola decidió hacer algo al respecto, y así comenzó la búsqueda de la limpieza personal. Así que prepárate para conocer la atrayente historia detrás del hábito diario que nos mantiene frescos, sanotes y olorosos: ¡el baño!

Prepárense para sumergirse en una historia llena de suciedad, limpieza y mucha, mucha agua. Es casi impensable salir hoy de casa sin tomar al menos una ducha tonificante, que puede revitalizar rápidamente todo nuestro organismo después de una noche de inercia. Y aunque los numerosos hábitos higiénicos a los que nos hemos acostumbrado se consideran relativamente recientes, lo cierto es que el baño es una cultura muy antigua a través del tiempo.

Hace muchos, muchos años, nuestros antepasados vivían en cuevas y no conocían la existencia del agua como elemento para la higiene personal. Pero un día, un valiente cazador llamado Ug descubrió que si se metía en un río, su cuerpo se limpiaba de la suciedad y el mal olor que lo perseguía. Ug regresó a la cueva y les contó a sus amigos sobre su increíble descubrimiento. Todos se emocionaron al escuchar que podrían librarse del olor que los atormentaba y deciden seguir su ejemplo.

A partir de entonces, los baños se convirtieron en un ritual sagrado entre los miembros de la tribu. Pero había un problema: el agua era fría y el clima no ayudaba a que se sintieran más cómodos. Un día, alguien de la tribu tuvo una brillante idea: calentar el agua en grandes recipientes para que fuera más agradable. Y así fue como nació el primer «baño caliente».

Los años pasaron y las civilizaciones evolucionaron, pero el baño siempre estuvo presente en la vida de las personas. Los antiguos romanos fueron unos de los más grandes aficionados al baño y construyeron grandes baños públicos que se convirtieron en el centro de la vida social. Los baños también fueron una parte importante de la cultura japonesa, con los famosos onsen (baños termales) que eran un lugar para relajarse y socializar.

Para entender la evolución histórica del baño habrá que remontarse a la época del antiguo Egipto donde documentos de más de 3000 años atestiguan la costumbre de bañarse y una media de 3 diarios, como ritual sagrado en el sentido de purificar el espíritu a través del cuerpo. Esta práctica ayudó, según los estudiosos, a mantener a la civilización egipcia alejada de plagas y algunas enfermedades comunes en la época.

Para los griegos, influenciados por la civilización cretense, los baños intercalaban banquetes y fiestas. La conexión con el agua era incluso parte de la filosofía educativa griega en relación a su juventud considerando que era tan importante saber leer como saber nadar.

La influencia griega se hizo patente en la civilización romana que mejoró la idea con la creación de los conocidos balnearios, formados por edificios divididos en piscinas, saunas y vestuarios. Se convirtieron en los pioneros de los actuales complejos de ocio, más conocidos como SPA’s, contando ya en aquella época con restaurantes, jardines y bibliotecas.

La llegada de la mentalidad de la Edad Media alteró por completo este comportamiento desvergonzado que practicaban los romanos en los lugares públicos. Naturalmente, la Iglesia tuvo una gran influencia en este cambio de costumbres, siendo el Papa Gregorio I uno de los más severos críticos del baño, asociando el contacto con el cuerpo como una práctica pecaminosa. Con este cambio de mentalidad, más impuesto que adoptado, el baño se convirtió en un acto muy espaciado, con la higiene diaria asegurada únicamente por el uso de paños húmedos.

Debido a la nula influencia de la Iglesia y a diferencia de Occidente, las civilizaciones orientales mantuvieron las prácticas higiénicas identificadas por las grandes termas de origen turco-árabe donde los musulmanes realizaban un ritual de cuidado de todo el cuerpo desde el baño, pasando por los masajes hasta el maquillaje.

Entre los siglos XI y XIII, las cruzadas ayudaron a que los valores higiénicos recuperaran cierto peso en la parte final de la época medieval, volviendo a ser una costumbre más habitual y popular.

Pero los siglos XVI y XVII trajeron otro retroceso en el hábito del baño regular. Curiosamente, fue la clase médica la que contribuyó mucho a esto, creyendo que bañarse en exceso ayudaba a agrandar los poros de la piel, haciéndolos una vía de entrada más fácil para varias enfermedades dañinas y debilitando a las personas. Tomó más de un siglo para que el baño llegara a ser considerado como un apoyo para la salud, pero aún así hubo mucha resistencia inicial. En la década de 1930, era costumbre ducharse solo los sábados, con el correspondiente cambio de ropa interior.

Solo con la reconstrucción de países producto de la destrucción que se produjo en la 2ª Guerra Mundial fue posible dotar de la instalación para calentar el agua y la creación de duchas en los hogares de toda Europa.

El baño es, en definitiva, un hábito higiénico habitual y habitual, que aseguraba nuestro bienestar físico y psíquico. Hoy en día, el baño es un acto cotidiano y necesario para muchas personas y ha evolucionado con tecnologías como el agua caliente y el vapor. Así que ya sabes, la próxima vez que te sumerjas en un baño caliente, recuerda que estás continuando una tradición que se remonta a miles de años atrás. Y no te olvides de dar gracias a Ug, el cazador valiente que inició todo.

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