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Origen del futbolín🕒 Tiempo estimado: 4 minutos de lectura

El fútbol es sin duda el deporte que mayor impacto tendrá en las personas debido a su gran popularidad en todo el mundo. Una simple pelota puede proporcionar horas de diversión a un niño, potenciando su imaginación en un intento de acercarse a sus ídolos.

El juego en sí se ha vuelto cautivador hasta el punto de que las nuevas tecnologías electrónicas e informáticas han permitido disfrutarlo a través de consolas y videojuegos sin siquiera tener que levantarse del sillón. Pero mucho antes de eso, se crearon otras opciones de entretenimiento basadas en este juego universal. Los más conocidos de todos son sin duda el popular futbolín, o metegol, indispensable en los locales de ocio y aún hoy en día en casi todos los establecimientos educativos.

En 1936, durante la Guerra Civil española, Finisterre resultó herido en una pierna e ingresó en un hospital de Monserrat. En ese hospital había muchos niños que también estaban heridos y no podían jugar a la pelota. Esto lo sensibilizó e inspirado por el tenis de mesa, desarrolló el futbolín.

Cuenta la leyenda que un grupo de amigos españoles se encontraban en un bar en plena Guerra Civil española, buscando alguna forma de entretenerse mientras todo el caos y la violencia ocurría fuera del lugar. Fue entonces cuando uno de ellos tuvo la brillante idea de improvisar un juego de fútbol en una mesa de billar.

Su inventor fue un activista gallego, Alexandre Campos Ramires, conocido como Alejandro Finisterre. Nació en mayo de 1919 en la localidad de Fisterra, situada en la Costa da Morte, España, donde vivió hasta los 11 años y curiosamente pocos habitantes de Galicia le identifican con su invento.

Con un poco de ingenio y algunos palos de escoba como «jugadores», comenzaron a darle vida al futbolín. Los amigos se divirtieron tanto que el juego se volvió cada vez más popular en España y después en todo el mundo.

De la mano de un carpintero vasco amigo suyo, Francisco Javier Altuna, se empezaron a crear los componentes de madera y metal que se utilizarían en las futuras mesas de juego. Su invento fue patentado en 1937, pero cuando Finisterre huyó a través de los Pirineos del régimen fascista de Franco, perdió los papeles de la patente.

En la década de 1950 viajó a Guatemala donde realizó ciertas mejoras al invento. En este país llegó incluso a tocar con el Che Guevara, a quien conoció a través de su hermana Hilda Gadea, difundiendo el entretenimiento por todo el continente.

A pesar de los percances en Finisterre, el juego se extendió por casi toda Europa, en gran parte debido a la influencia valenciana que lo convirtió casi en un juego nacional.

Cuando regresó a España en los años 60, Finisterre se dio cuenta de que la popularidad de su invento era tal que los alemanes atribuyeron su creación al Broto Watcher, en 1930, con la diferencia de que en este caso todo era de madera y los jugadores no eran muñecas sino triángulos.

Cuando se le pidió que apreciara su invento, Finisterre dijo que lo consideraba un juego completo que fomentaba el sano compañerismo de los jugadores, así como una mejor coordinación de los movimientos entre las dos manos.

Todavía se juega en todo el mundo hoy en día, este juego tiene muchos nombres diferentes. Los españoles lo llaman Futbolín, Metegol o Canchitas, mientras que en Inglaterra se llama Futbolín o Foosball. Los italianos lo llaman Calcio Balilla mientras que en Francia es Baby-Foot.

Sin duda, el futbolín traspasa las fronteras de España. Como curiosidad, la banda inglesa Depeche Mode exige tener siempre un futbolín en su camerino durante sus giras.

Actualmente, el futbolín es muy popular en las ferias y las mesas más modernas cuentan con barras de titanio, figuras de plástico e incluso marcadores electrónicos.

Así que, gracias a la creatividad y el ingenio de estos amigos, hoy en día podemos disfrutar del futbolín en cualquier parte del mundo. ¡Qué viva el futbolín!

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