La cosmonauta Laika🕒 Tiempo estimado: 13 minutos de lectura
Laika era una perra callejera encontrada en las calles de Moscú poco antes del lanzamiento del satélite, y se la consideró una candidata ideal por su pequeño tamaño y carácter tranquilo. De hecho, los soviéticos estaban en medio de una carrera espacial contra los estadounidenses y querían probar la viabilidad de enviar seres humanos a los viajes espaciales.
Sin embargo, lo que los soviéticos no informaron a Laika, ni al resto del mundo, es que el viaje de la cosmonauta no tendría retorno y que debía morir en el espacio. No fue hasta después del lanzamiento del Sputnik 2 que este pequeño, minúsculo, diminuto detalle se hizo público y, como era de esperar, el sacrificio del animal provocó una ola de indignación.
El lanzamiento del Sputnik 2 fue un incuestionable logro técnico y logísticamente resultó exitoso. Demostró que los seres vivos podían sobrevivir en el espacio, y fue un paso crucial en la carrera espacial. Sin embargo, el viaje de Laika al espacio fue un desastre histórico que implicó el sacrificio innecesario de un ser vivo, proporcionó información científica limitada, involucró la manipulación de la información por parte de las autoridades soviéticas y desde una cultura más modernizada como la actual ha generado críticas éticas sobre el uso de animales en experimentos espaciales.
Contexto histórico y la carrera espacial entre la Unión Soviética y Estados Unidos
En la década de 1950, el mundo estaba dividido entre dos superpotencias: la Unión Soviética y Estados Unidos. Estas dos naciones se encontraban en plena Guerra Fría, una competencia en la que ambos países intentaban demostrar su superioridad en todos los aspectos, ¡incluyendo quién podía lanzar cosas más lejos al espacio!
El 4 de octubre de 1957, los soviéticos lanzaron el Sputnik 1, el primer satélite artificial en orbitar la Tierra. Los estadounidenses estaban tan sorprendidos que no paraban de preguntarse: «¿Cómo pudieron los soviéticos llegar al espacio antes que nosotros?”. Se picaron y como respuesta a ese pique tecnológico crearon la NASA en 1958. Así comenzó una carrera espacial de proporciones cósmicas, con ambos países compitiendo por ser los primeros en alcanzar diferentes hitos espaciales. Aquello era digno de ver pues parecía una competencia de quién llegaba más alto en el columpio, pero con cohetes, satélites y cualquier ser vivo que pudieran meter en cápsula a tocar botones.
La Unión Soviética siguió acumulando logros, como enviar al primer ser vivo al espacio, la perrita Laika, en 1957. La perrita Laika era una vagabunda, fue capturada en las calles de Moscú por las autoridades soviéticas y ascendida al rango de cosmonauta. De los 38 perros pequeños capturados, Laika fue elegida por su temperamento tranquilo, su obediencia y su inteligencia durante el entrenamiento.
Luego, en 1961, Yuri Gagarin se convirtió en el primer humano en orbitar la Tierra. Mientras tanto, Estados Unidos intentaba ponerse al día, como si estuvieran persiguiendo a los soviéticos en un juego de pilla-pilla espacial.
Finalmente, en 1969, Estados Unidos logró una hazaña increíble: llevar al primer humano a la Luna. Neil Armstrong y Buzz Aldrin caminaron sobre la superficie lunar, mientras Michael Collins los esperaba en el módulo de mando. ¡Esa fue una pequeña pisada para el hombre, pero un gran paso para la humanidad… y el final del juego de pilla-pilla!
La carrera espacial entre la Unión Soviética y Estados Unidos fue una época de increíbles logros y competencia feroz.
Preparación y entrenamiento: El proceso de entrenamiento de Laika y las condiciones previas al lanzamiento
La pobre perra Laika, vendida históricamente como la primera cosmonauta, fue preparada durante unos días para la misión, y el entrenamiento consistía básicamente en meter a Laika en jaulas cada vez más pequeñas hasta que se sintiera cómoda en el compartimento que la llevaría al espacio. Además, los soviéticos sometieron a la perrita a unas sesiones en simuladores de vuelo para que se aclimatara a su misión: un entrenamiento intenso y estresante en resistencia a vibraciones (simulador de vuelo), aceleraciones, cargas G en máquinas centrífugas, ruidos fuertes y permanencia en compartimentos cada vez más pequeños.
Según Malashenkov, en total, se entrenaron tres perros para la misión, Albina, Laika y Mushka, y el equipo tuvo que trabajar las 24 horas para adaptar a los animales a las condiciones de la abarrotada cabina del Sputnik. Para ello, como se mencionó anteriormente, el trío fue colocado en jaulas cada vez más pequeñas por períodos de 15 a 20 días, y cada una fue preparada para diferentes “funciones”. Todos ellos se colocaron bajo techo y en condiciones de hacinamiento. A los soviéticos les costó mucho adaptar el grupo de perros a la estrecha cabina del cohete.
La elección de las hembras se debió, entre otros factores, a que, a diferencia de los machos, no tenían que ponerse de pie y levantar una pata para orinar, lo que era imposible en la pequeña cabina presurizada destinada al perro dentro de la nave. De los tres, Laika fue elegida por su personalidad tranquila y paciente.
Resulta que en la década del 50, los rusos, en plena Guerra Fría, querían demostrar que eran capaces de mandar seres vivos al espacio y, para eso, eligieron a este animal convertido en símbolo, una perrita callejera que les pareció más resistente que un mate sin bombilla. Pero claro, como en esa época no existía el «Manual del buen cosmonauta», el entrenamiento de Laika fue más improvisado que un guiso de lentejas. Resultaron ser tan arcaicos en tecnología como en ética animal.
Para prepararla, la metieron en una cápsula que parecía salida de una película de ciencia ficción, con rueditas y todo, y la hicieron girar como si fuera una calesita espacial. Además, la hicieron pasar por cámaras de vacío y calor, ¡pobrecita y la pusieron a dieta para que no engordara.
El día del lanzamiento, Laika estaba más nerviosa que un estudiante en época de finales, pero igual se subió al Sputnik 2 como una campeona. Sin embargo, la cosa no salió como esperaban los rusos, o quizás sí pero lo maquillaron como pudieron, y el viaje de Laika fue bien corto. Aunque no pudo regresar a la Tierra, Laika dejó un legado enorme, y hoy es recordada como la primera cosmonauta que fue obligada a ir al espacio a morir.
Laika, recibió comida en forma gelatinosa y fue encadenada para que no se moviera durante el lanzamiento. A bordo había un sistema de succión de dióxido de carbono, con el objetivo de evitar la acumulación de gas, así como un generador de oxígeno. Un ventilador se encendió automáticamente para que el perro se sintiera más cómodo.
Moscú aseguró al mundo que en unos días Laika regresaría en una cápsula espacial o en paracaídas. Pero a pesar de lo publicitado, Moscú sabía desde un principio que Laika no regresaría con vida de su misión, ya que el Sputnik 2 no contaba con la tecnología para regresar a la Tierra ni se preocuparon por tener esa posibilidad.
El lanzamiento del Sputnik 2: el viaje de ida de Laika
Corría el año 1957, en plena Guerra Fría, cuando la Unión Soviética decidió sorprender al mundo y, especialmente, a los estadounidenses, lanzando el Sputnik 2, el segundo satélite artificial en la historia. Y no era cualquier satélite, este artefacto llevaba a bordo a Laika, una perrita callejera se convirtió en la primera astronauta de cuatro patas, ¡o debería decir cosmonauta!
El desafío técnico y logístico para poner en órbita a Laika fue monumental. Imagínense, los ingenieros soviéticos tuvieron que diseñar una cápsula especial para que nuestra heroína canina pudiera sobrevivir en el espacio, ¡y todo esto en menos de un mes! ¡Increíble!
El Sputnik 2 pesaba unos 500 kilogramos y tenía un diámetro de 2 metros. La cápsula donde viajaba Laika estaba equipada con un sistema de soporte vital, un dispositivo para controlar temperatura y humedad, y un mecanismo para alimentarla. ¡Hasta tenía un arnés especial para que la perrita pudiera flotar en gravedad cero! ¿No es maravilloso?
Ahora bien, no todo fue un cuento de hadas. La polémica rodeó el lanzamiento del Sputnik 2, ya que Laika no estaba destinada a regresar a la Tierra. Por aquel entonces, los científicos no sabían cómo hacer que una cápsula espacial reingresara a la atmósfera sin desintegrarse. Así que, aunque Laika fue la primera criatura en orbitar la Tierra, también fue la primera en morir en el espacio.
Fijada al suelo de la nave con una especie de silla que le impedía moverse y equipada con un contenedor para guardar sus excrementos, Laika comienza a aullar aterrorizada por el ruido ensordecedor y las vibraciones de la cápsula. Su ritmo cardíaco se disparó hasta tres veces lo normal. Las autoridades soviéticas dijeron en ese momento que Laika murió sin sufrir ningún trauma, aproximadamente una semana después del lanzamiento del cohete.
La verdad detrás de la leyenda de Laika
Por desgracia para el animal, no todo salió como estaba previsto. Durante el Congreso Mundial del Espacio que tuvo lugar en Houston en 2002, Dimitri Malashenkov, uno de los científicos que trabajó en la misión Sputnik 2, reveló una serie de datos hasta entonces desconocidos sobre el lanzamiento del satélite dando evidencias de la realidad.
La información aseguró que el perro murió de calor y pánico, apenas unas horas después del inicio de la misión. Los sensores médicos insertados en el cuerpo de Laika mostraron que su frecuencia cardíaca había alcanzado el triple de la frecuencia normal. La temperatura y la humedad de la cápsula Sputnik aumentaron mucho después del lanzamiento del cohete.
Según los organizadores de la misión, Laika tendría alimentos y agua disponibles dentro del satélite, y sus signos vitales serían monitoreados desde la base soviética en la Tierra. El plan era que, después de que se acabara el oxígeno del interior del compartimento, la cachorra fuera alimentada con comida para perros envenenada para que muriera con un mínimo de sufrimiento. Y mucha gente creía que ese era el final hasta hace poco.
Sometida a un escenario de pánico, calor extremo y desesperación, Laika en realidad murió mucho antes, entre cinco y siete horas después del lanzamiento. La causa de su muerte, que no se reveló hasta décadas después del vuelo, probablemente fue una combinación de estrés y sobrecalentamiento.
Después de unas horas de lanzamiento, los soviéticos no tenían más señales de vida de Laika. Todos los otros 36 perros que los soviéticos enviaron al espacio tenían las mismas características que Laika.
El Sputnik 2 dio 2.570 vueltas a la Tierra, transportando los restos de Laika, hasta que se consumió en la atmósfera el 14 de abril de 1958.
La muerte deliberada de Laika, que fue el primer animal enviado al espacio sin esperanza de ser recuperada, desencadenó protestas y un debate mundial en su momento sobre el maltrato animal y los avances científicos a expensas de la experimentación con animales. Varios grupos de derechos de los animales protestaron frente a las embajadas soviéticas.
No fue hasta 1988, tras el colapso del régimen soviético, que Oleg Gazenko, uno de los científicos responsables de enviar a Laika al espacio, expresó remordimiento por permitir su muerte: “Cuanto más tiempo pasa, más me arrepiento de lo sucedido. No deberíamos haber hecho eso… Ni siquiera aprendimos lo suficiente de esta misión para justificar la pérdida del animal” expresó arrepentido.
El medico Vladimir Yazdovsky, un médico que ha trabajado con perros espaciales en Rusia, describió a Laika como «tranquila y encantadora». La llevó a su casa a jugar con sus hijos la noche antes de que la colocaran en la cápsula: “Quería hacer algo bueno por ella: le quedaba muy poco tiempo de vida”, dijo.
Un viaje hacia el infinito y más allá
Malashenkov dijo que los sensores colocados en Laika indicaron que, durante el lanzamiento del Sputnik 2, su frecuencia cardíaca se disparó al doble o al triple de la frecuencia detectada con el animal en reposo, y volvió a bajar después de que la perrita comenzó a experimentar falta de gravedad.
El científico dijo que el pulso de Laika tardó tres veces más que el registrado durante las pruebas en tierra para volver a la normalidad, lo que indica que estaba bajo un estrés enorme. Además, los sensores del satélite indicaron que la temperatura y la humedad en el interior de la cabina comenzaron a subir poco después del inicio de la misión y, tras un periodo de entre 5 y 7 horas desde el lanzamiento, no se detectaron signos vitales de Laika.
Hasta las revelaciones de Malashenkov, muchos creían que Laika había sobrevivido al menos 4 días en órbita. Incluso hubo quienes pensaron que el animalito duró una semana entera en el espacio. Sin embargo, de hecho, alrededor de la cuarta órbita del Sputnik 2 alrededor de la Tierra, Laika ya había perecido debido al estrés y al calor excesivo dentro de la cabina.
Laika no resistió mucho en su viaje, pero completó un total de 2.570 vueltas alrededor de nuestro planeta dentro de su “ataúd”, que se quemó durante su reingreso a la atmósfera terrestre el 4 de abril de 1958. Aun así, su muerte, aunque triste , no fue en vano, ya que la misión no solo demostró que un organismo vivo era capaz de sobrevivir a la falta de gravedad, sino que también proporcionó información esencial para que los humanos siguiéramos soñando con alcanzar el infinito y más allá.
Laika fue un símbolo de valentía y sacrificio en la carrera espacial, y su muerte fue un llamado de atención sobre el trato a los animales en la ciencia. Aunque su final fue trágico, su legado vive en nosotros, recordándonos la importancia de la ética y el cuidado en la investigación.
Legado y lecciones aprendidas sobre Laika
Primero, la vida de Laika no fue en vano, su sacrificio impulsó una mayor preocupación por la seguridad y el bienestar de los seres vivos enviados al espacio. Las agencias espaciales comenzaron a desarrollar protocolos y sistemas de soporte vital más avanzados, permitiendo que animales y humanos pudieran regresar sanos y salvos de sus misiones.
Además, el drama de Laika llevó a la comunidad científica a replantearse la ética del uso de animales en experimentos. A partir de entonces, se establecieron normativas y comités de ética para garantizar que los animales fueran tratados con respeto y que el sufrimiento innecesario fuera evitado en la medida de lo posible.
El triste episodio de Laika dejó un legado que cambió para siempre la forma en que los programas espaciales y la ciencia en general tratan a los animales en sus experimentos. Y aunque no podemos devolverle la vida a esa valiente perrita, podemos aprender de su historia y trabajar para que el progreso científico se realice de forma ética y responsable.