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Guerra de los 100 años🕒 Tiempo estimado: 13 minutos de lectura

¿Preparado para una lección de historia llena de drama, engaños y una buena dosis de rivalidad dinástica? Estamos hablando de uno de los grandes fiascos con resultados terribles para todos: la Guerra de los Cien Años.

Conflicto dinástico

Todo comenzó en 1328, cuando el rey de Francia Carlos IV murió sin dejar descendencia masculina. Esto desató una disputa por el trono entre dos primos: el primo de Carlos, Felipe de Valois, y el rey Eduardo III de Inglaterra, que tenía un abuelo francés y afirmaba que tenía un derecho legítimo al trono francés.

Pero no fue hasta 1337 cuando las cosas realmente se pusieron calientes. Eduardo III se negó a rendir homenaje al rey de Francia y en cambio se autoproclamó rey de Francia. El rey francés, Felipe VI, no estaba dispuesto a dejar que esto pasara, y así comenzó la Guerra de los Cien Años.

¿Cuánto duró la guerra? Pues, no exactamente cien años – más bien unos 116 años en total. Hubo muchas batallas, altibajos y momentos dramáticos en los que uno u otro bando parecía estar ganando. Pero finalmente, en 1453, los franceses prevalecieron y aseguraron su derecho al trono de Francia. ¡Una larga y agotadora disputa dinástica que ciertamente dejó su huella en la historia!

Antes de que se desatara la Guerra de los Cien Años en 1337, tanto Francia como Inglaterra habían experimentado una serie de cambios políticos y sociales significativos. En Francia, el país estaba gobernado por la dinastía de los Valois, que había ascendido al trono en 1328 después de la muerte de Carlos IV, el último de los Capetos. Sin embargo, la sucesión no fue pacífica, ya que el sobrino de Carlos IV, Eduardo III de Inglaterra, reclamaba el trono francés como nieto de Felipe IV de Francia, el padre de Carlos IV. Esto llevó a una disputa dinástica que aumentó las tensiones entre los dos países.

En cuanto a Inglaterra, el país estaba gobernado por Eduardo III, quien había ascendido al trono en 1327 después de que su madre, Isabel la Reina, y su amante, Roger Mortimer, derrocaran a su padre, Eduardo II. Durante el reinado de Eduardo III, Inglaterra había experimentado una serie de victorias militares y un período de crecimiento económico conocido como la «Edad de Oro». Sin embargo, Eduardo III todavía tenía sus propios problemas dinásticos, ya que su hijo mayor, Eduardo el Príncipe Negro, estaba enfermo y su sucesión al trono era incierta.

Ambos países también estaban lidiando con una serie de problemas sociales y económicos. En Francia, la nobleza estaba dividida y luchaba por el poder, mientras que la economía estaba en declive debido a la disminución del comercio y la producción agrícola. En Inglaterra, la peste negra había causado la muerte de una gran cantidad de la población, lo que había llevado a una disminución en la producción agrícola y un aumento en los precios de los alimentos. En este contexto, la disputa dinástica y la posibilidad de recuperar el control de tierras y recursos en Francia se convirtieron en un atractivo para la nobleza inglesa y en un intento de resolver sus problemas internos.

Primeros enfrentamientos (1337-1360)

Francia e Inglaterra se lanzaron al campo de batalla en el año 1337, ¡y vaya que hubo escaramuzas! Como en toda buena pelea, hubo golpes y contraataques de ambas partes, pero las primeras batallas fueron bastante parejas.

Los ingleses lograron algunos éxitos iniciales, pero pronto se encontraron en problemas cuando intentaron avanzar hacia el interior de Francia. La resistencia francesa fue fuerte, y los británicos tuvieron que luchar con uñas y dientes para ganar cada pulgada de terreno.

Pero no todo fueron victorias para los franceses. En una ocasión, un pequeño grupo de arqueros ingleses logró emboscar y derrotar a un gran contingente de caballeros franceses. Fue una victoria impresionante, pero pronto las cosas se equilibraron de nuevo en la balanza de la guerra. Para acabar con el tema abordado, fue un comienzo emocionante y lleno de acción para la Guerra de los Cien Años.

Durante la Guerra de los Cien Años, las estrategias militares de Francia e Inglaterra fueron tan diversas como los sabores de helado en una tienda de conveniencia. Los ingleses, liderados por Eduardo III, adoptaron la táctica de usar arqueros con arcos largos, lo que les permitió disparar flechas con una precisión impresionante y una velocidad asombrosa. Mientras tanto, los franceses confiaban en su caballería pesada, compuesta por caballeros blindados, para arrollar a los enemigos en la batalla.

La primera gran batalla de la guerra fue la batalla de Crécy en 1346, donde los ingleses utilizaron su táctica de arqueros para derrotar a un ejército francés más grande. Luego, en 1356, los ingleses ganaron otra importante batalla en Poitiers, donde el hijo del rey francés fue capturado por los ingleses.

Sin embargo, los franceses finalmente se adaptaron a la táctica inglesa y comenzaron a utilizar sus propios arqueros. También contrataron a mercenarios suizos, famosos por su habilidad con las picas, y comenzaron a producir armas de fuego. A pesar de esto, los ingleses continuaron ganando batallas, incluida la batalla de Agincourt en 1415.

Aunque los ingleses tenían éxito en la guerra durante muchos años, finalmente fueron expulsados de Francia en 1453 debido a la falta de recursos y la presión de otros países europeos. La Guerra de los Cien Años fue una de las guerras más largas y costosas de la historia, con muchas vidas perdidas en ambos lados. Pero, como dicen, «a veces ganas, a veces pierdes, pero siempre puedes tener un buen helado después de la batalla».

En 1337, Eduardo III, con una pequeña flota de barcos y un ejército de 10,000 hombres, decidió invadir Francia. Pensó que sería una buena idea presentar sus credenciales y exigir el trono francés al rey francés Felipe VI. Sin embargo, Felipe no era del mismo parecer. Le dijo a Eduardo que básicamente se fuera a casa y se ocupara de sus propios asuntos, ya que el trono francés no estaba disponible en ese momento. Eduardo no se dio por vencido y decidió atacar.

Después de algunas victorias iniciales, incluyendo la Batalla de Crécy en 1346, Eduardo y su hijo el Príncipe Negro (sí, así es como se llamaba) avanzaron hacia el sur para intentar tomar la ciudad de Poitiers. Se enfrentaron a un ejército francés mucho más grande y experimentado. Eduardo, sin embargo, era un hombre inteligente y decidió usar su ventaja en arquería para derrotar a los franceses. ¡Los arqueros ingleses dispararon tantas flechas que los franceses se quedaron sin escudos para protegerse! El resultado final fue la victoria inglesa y la captura del rey francés Juan II, también conocido como Juan el Bueno. ¡Vaya manera de demostrar quién manda, Eduardo!

El Tratado de Bretigny (1360)

Ambas partes decidieron poner fin al conflicto con el Tratado de Brétigny en 1360. Este acuerdo permitió que Inglaterra obtuviera una gran cantidad de territorios en Francia y liberara al rey francés, Juan II, quien había sido capturado durante la guerra.

Sin embargo, el tratado solo fue temporal y la guerra se reanudó en 1369 debido a la disputa por el control de las tierras francesas. La segunda fase de la guerra se prolongó hasta 1389 y finalmente, en 1453, Francia logró expulsar a los ingleses de sus territorios en el continente. A pesar de que la guerra de los Cien Años fue una larga y costosa contienda, el acuerdo de paz de Brétigny y la paz posterior ayudaron a restaurar la estabilidad política en ambos países.

El tratado de paz no sirvió de mucho porque después de una pequeña tregua, ambas partes siguieron picados como chinches y volvieron a la carga con más ganas que nunca. La verdad es que ninguno de los dos bandos salió completamente victorioso de la primera fase de la guerra, y la situación siguió siendo bastante tensa.

El tratado, sin embargo, tuvo un impacto interesante en la dinámica del conflicto. Por un lado, la dinastía de los Valois salió fortalecida, ya que consiguió mantenerse en el trono. Por otro lado, los ingleses se dieron cuenta de que la victoria no sería tan fácil como habían pensado, y empezaron a replantearse sus estrategias. Además, la guerra había dejado a ambos países en una situación económica muy complicada, y tuvieron que buscar nuevas formas de financiación para poder seguir adelante con el conflicto.

El regreso de la guerra (1369-1415)

Después de una tregua de 9 años, Eduardo III de Inglaterra decidió que era hora de continuar con su plan de conquistar el trono francés. Así que reunió a su ejército y se dirigió a Francia, donde se encontró con la resistencia del rey francés, Carlos V. Pero Eduardo III no era un hombre fácil de detener, y se las arregló para tomar varias ciudades francesas.

Pero luego llegó su hijo, Enrique V, quien decidió que la guerra necesitaba un poco más de emoción y se dirigió a Francia con su propio ejército. Y resulta que tenía razón, porque logró vencer al ejército francés en la famosa batalla de Agincourt, donde los arqueros ingleses fueron un verdadero dolor de cabeza para los franceses.

Con su victoria, Enrique V se convirtió en el rey de Francia, aunque en realidad solo controlaba una pequeña parte del país. Pero los franceses no iban a dejar que los ingleses se salieran con la suya tan fácilmente, y pronto comenzaron a recuperar sus territorios.

Enrique V murió temprano, dejando a su hijo, Enrique VI, en el trono. Pero como era solo un niño, su madre, Catalina de Valois, asumió el control y trató de mantener el poder de Inglaterra en Francia. Sin embargo, esto resultó ser más difícil de lo que pensaba, y poco a poco perdieron territorios hasta que finalmente solo quedó la ciudad de Calais bajo control inglés.

Durante la segunda fase de la Guerra de los 100 Años, se libraron batallas que se han convertido en leyendas de la historia militar. La más famosa fue la Batalla de Agincourt, donde el rey Enrique V de Inglaterra, con un ejército de arqueros y lanceros, derrotó a las fuerzas francesas mucho más numerosas, que contaban con caballería pesada y blindada. Se dice que los arqueros ingleses, con sus flechas envenenadas, fueron la clave de la victoria.

Otra batalla importante fue la de Poitiers, donde el príncipe negro, hijo de Eduardo III, lideró a las fuerzas inglesas a una victoria sorprendente contra el ejército francés. Se dice que el príncipe negro fue el mejor estratega de su tiempo, y que supo aprovechar la ventaja de tener la posición elevada en la batalla.

Por el lado francés, destacó Juana de Arco, una joven campesina que lideró a las tropas francesas en la Batalla de Orleans y logró una importante victoria contra los ingleses. Se dice que Juana de Arco fue inspirada por Dios y que sus visiones la guiaron hacia la victoria.

Para acabar con el tema abordado, la segunda fase de la guerra fue marcada por batallas legendarias y líderes militares carismáticos que lograron victorias importantes para ambos lados. ¡Y así terminó la segunda fase de la guerra de los 100 años! Aunque tal vez deberíamos decir la guerra de los 78 años, ya que esta fase solo duró eso. Pero no importa, lo importante es que la historia continúa…

La victoria francesa (1415-1453)

Luego de muchos años de batallas, Francia finalmente comienza a tomar la delantera. El liderazgo de Carlos VII y la valentía de sus soldados marcaron una gran diferencia. ¡Se pusieron las pilas y lograron darle la vuelta a la tortilla!

La batalla de Castillon (1453) fue la culminación de esta victoria francesa. Los franceses, liderados por el talentoso Jean Bureau, utilizaron cañones y otras armas avanzadas para derrotar a los ingleses. Y así, después de más de un siglo de luchar, ¡la Guerra de los 100 años por fin llegó a su fin!

Pero, no todo fue alegría para los ingleses. La derrota les costó mucho. Además de perder sus posesiones en Francia, también perdieron una gran cantidad de soldados y dinero. A veces, puede que sea mejor admitir la derrota antes de que las cosas se salgan de control.

¡Y así es como terminó la Guerra de los 100 años! Después de todo este tiempo, los franceses salieron victoriosos. Pero, como ya dijimos antes, nadie ganó realmente. Al final, todos perdieron algo, y todo lo que quedó fue una gran cantidad de muertes y destrucción.

Consecuencias de la guerra

La Guerra de los 100 años fue un fiasco porque no solo duró mucho más de 100 años, sino que fue un conflicto costoso y destructivo que dejó a ambas naciones agotadas y empobrecidas. Además, aunque Inglaterra logró algunos avances en el territorio francés, finalmente fue Francia quien prevaleció y recuperó gran parte de su territorio perdido. La guerra también tuvo consecuencias negativas en términos de relaciones internacionales y el equilibrio de poder en Europa, y contribuyó a la desaparición de la caballería medieval y el inicio de una nueva era en la guerra y la política.

Los gastos de la guerra dejaron a ambos países en bancarrota y con una economía maltrecha. Al parecer, los monarcas no habían tomado la sabia decisión de ahorrar un poco para el futuro.

La guerra también dejó a ambos países con una población significativamente reducida. La peste negra, que asoló Europa durante la misma época, tampoco ayudó mucho. Parece que la gente no estaba muy interesada en luchar y morir por un trono que no les pertenecía.

La guerra también tuvo un impacto significativo en el desarrollo del arte y la cultura en ambos países. En lugar de fomentar el arte y la literatura, las monarquías gastaron todo su dinero en armas y soldados. Una verdadera lástima.

A pesar de la victoria francesa, la guerra en realidad no solucionó el problema de la sucesión al trono francés. De hecho, las tensiones entre las dos naciones continuaron durante muchos años después. Parece que nadie aprendió nada de esta locura.

Para acabar con el tema abordado, la Guerra de los 100 años fue un desastre total que dejó a ambos países en la miseria. Y todo por una disputa sobre un trono.

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