🎒 ¿Las creencias de hoy serán las mitologías del mañana?🕒 Tiempo estimado: 13 minutos de lectura
Delirio, secta, religión y mitología podrían ser una desviación de un mismo paradigma genealógico. ¿Las creencias religiosas pueden variar en cuanto a su aceptación y consideración en función de la cantidad de seguidores y el contexto histórico?
Cuando una persona percibe aquello que los demás no ven se considera un delirio; cuando varias personas tienen prácticas divergentes de las creencias más ampliamente aceptadas se considera secta; cuando millones de personas comparten creencias canónicas, es una religión; pero, bajo las mismas condiciones, si esta práctica religiosa forma parte de civilizaciones extintas podría ser mitología.
Si bien estos términos suelen tener connotaciones diferentes y se utilizan para describir fenómenos distintos, podríamos considerar que todos ellos son manifestaciones de la búsqueda humana por entender y dar significado a lo trascendental y desconocido.
El delirio, en su sentido clínico, se refiere a una creencia individual persistente y errónea que no se ajusta a la realidad. En este contexto, podríamos interpretar el delirio como una forma extrema de interpretación personal de lo trascendental, donde la persona ha perdido la conexión con la realidad compartida por la mayoría ya sea de forma transitoria, inducida o de forma permanente.
La secta, por su parte, se caracteriza por ser un grupo reducido de personas que siguen enseñanzas o creencias específicas, a menudo en oposición a las normas y creencias establecidas. Esta desviación del paradigma dominante puede ser considerada como una expresión de la búsqueda de una verdad alternativa o una respuesta a la insatisfacción con las estructuras religiosas tradicionales. Su rechazo social se manifiesta en la funa por contrariar los ideales o principios de una mayoría.
La religión, en un sentido más amplio, representa una institución social y cultural que involucra creencias, rituales y prácticas compartidas por un grupo más amplio de personas. A diferencia de una secta, la religión tiende a tener una base más amplia y establecida en la sociedad. Sin embargo, sigue siendo una manifestación de la búsqueda espiritual y de respuestas a las preguntas fundamentales de la existencia.
La mitología, por último, se refiere a un conjunto de relatos y creencias tradicionales que explican los orígenes del mundo, los dioses y los seres humanos. Aunque la mitología suele asociarse con el pasado y culturas antiguas, también puede ser vista como una forma temprana de expresión religiosa y de comprensión del mundo.
A lo largo de la historia, las religiones han experimentado cambios significativos y han evolucionado con el paso del tiempo. Cada cultura ha desarrollado sus propias creencias y prácticas religiosas, buscando respuestas a preguntas fundamentales sobre el sentido de la vida, el origen del universo y la existencia de lo divino.
Para los egipcios, los romanos, los griegos y otras civilizaciones del pasado los dioses eran considerados los controladores del universo y los encargados de dirigir el destino de las personas. Creían en su influencia directa en la naturaleza, los fenómenos celestiales y los eventos terrenales.
Los dioses tenían gran importancia en la vida cotidiana y en la religiosidad local y en ellos volcaban sus valores y necesidades. La creencia en los dioses era una parte indivisible de las sociedades pretéritas pues creían que actuaban para garantizar el bienestar de los seres humanos.
Sin embargo, con el paso del tiempo y la evolución de las sociedades, las creencias y religiones cambian. Hoy en día, miramos hacia atrás y consideramos todas esas creencias como parte de la mitología antigua. Pero ¿cómo serán vistas nuestras propias creencias y religiones vigentes en el futuro? ¿Serán consideradas mitología por las generaciones venideras?
Es interesante reflexionar sobre la forma en que nuestras creencias y prácticas religiosas actuales serán percibidas en el futuro. ¿Se convertirán en mitos y leyendas que inspirarán la curiosidad y el asombro de las personas? ¿O serán reemplazadas por nuevas ideas y concepciones sobre lo divino?
La fe como instrumento destructor y como elemento reparador
En el futuro, ¿podremos tener una sociedad más pacífica o, por el contrario, será más violenta con la influencia de las religiones? Si bien es cierto que la religión ha sido una fuerza poderosa en la humanidad, también es necesario tener en cuenta que no todas las manifestaciones de fe han llevado a la destrucción y la violencia.
Es innegable que a lo largo de la historia ha habido conflictos religiosos y guerras motivadas por diferencias de creencia. En la mitología nórdica y grecorromana, por ejemplo, la guerra y la dominación de pueblos eran justificadas ensalzadas como un medio de alcanzar la gloria y sus dioses eran auténticas máquinas de matar. Estos episodios históricos han dejado un rastro de sufrimiento y pérdida de vidas humanas a lo largo de toda nuestra historia que no se puede ignorar. La intolerancia religiosa, el fanatismo y la instrumentalización de la fe con fines políticos han sido fuentes de gran dolor y división en el mundo.
Aun así, es importante reconocer que la fe también ha sido una fuente de consuelo, esperanza y cohesión social para millones de personas. Ha sido un motor de inspiración para grandes obras de arte, música, literatura y arquitectura. La fe ha dado sentido y propósito a la vida de muchas personas, brindándoles una guía moral y espiritual, un camino de rectitud y la cultura del bien bajo su adoctrinamiento.
Por todo lo comentado, es crucial evitar generalizaciones y estereotipos al hablar de la fe. Es imprescindible no posicionar las creencias para evaluar hechos históricos de manera imparcial. No todas las religiones ni todas las personas religiosas son responsables de los actos violentos o destructivos que han ocurrido en nombre de la religión. Culpar exclusivamente a la fe por las atrocidades históricas es simplificar una realidad compleja y omitir otros factores como el poder político, los intereses ocultos, la codicia y las rivalidades étnicas ajenas a las doctrinas promulgadas por las religiones.
Además, no se puede negar que la historia está llena de ejemplos de individuos y movimientos religiosos que han trabajado incansablemente por la justicia social, la paz y la igualdad. Han sido agentes de cambio positivo, promoviendo la caridad, el perdón y la compasión hacia los demás. La fe ha servido como un motor para la transformación personal y social en innumerables ocasiones.
Atribuir únicamente a la fe la responsabilidad de la destrucción y la pérdida de vidas es simplificar una realidad compleja y multifacética dado que muchos actos inhumanos instrumentalizan aquello que ejerce control o influencia para intereses ajenos a dichas instituciones. Es importante tener una visión equilibrada y reconocer tanto los aspectos negativos como los positivos de la influencia religiosa en la historia. La imparcialidad, la objetividad y el sentido crítico son fundamentales para discernir hechos y ambivalencias. Más que culpar a la fe en sí misma, debemos dirigir nuestra crítica hacia los abusos y desviaciones que han surgido a lo largo del tiempo, y trabajar juntos para fomentar un diálogo respetuoso y constructivo entre diferentes sistemas de creencias en busca de un mundo más tolerante y pacífico con independencia de su afirmación o negación.
La fe actual predominante como resultado político
Sin duda, la religión cristiana ha alcanzado una posición predominante en el mundo debido a una combinación de factores históricos, políticos y culturales.
En un contexto histórico más reciente, es innegable que a lo largo de la historia, el cristianismo ha sido promovido y difundido por diversas instituciones políticas y por aquellos que buscaban expandir su poder y dominio sobre diferentes regiones. Desde la época del Imperio Romano, la adopción del cristianismo como religión oficial y su posterior propagación durante las cruzadas y la colonización europea a otros continentes son ejemplos claros de cómo los intereses políticos influyeron en la expansión de esta fe en particular.
Es importante tener en cuenta que no es por ello la religión cristiana carezca de seguidores sinceros y devotos, ni que todas las personas que practican esta fe lo hagan exclusivamente por las razones políticas de imposición institucional. Hay quienes encuentran en el cristianismo una fuente de consuelo espiritual, valores éticos y un sentido de comunidad.
No obstante, la propagación de una religión no debería ser un criterio para determinar su validez o veracidad. La verdad o la calidad de una creencia religiosa no deberían depender de su popularidad, sino de su fundamento, pragmatismo, evidencias, objetividad y razonamiento lógico. Dicho esto, cada persona tiene el derecho de cuestionar y evaluar las creencias religiosas a través de su propio juicio crítico, ya sea objetivo o subjetivo.
Crisis existencial y necesidad divina
La crisis existencial es inherente a nuestra naturaleza como seres humanos en todas las épocas y lugares se ha mantenido perenne su convivencia. Nos enfrentamos a preguntas profundas sobre nuestro propósito en la vida, el sentido del sufrimiento, la mortalidad y el significado último de nuestra existir. Estas interrogantes pueden generar angustia y desconcierto, y es comprensible que muchos individuos busquen consuelo y respuestas en lo divino ante un vacío interno.
Para muchas personas la religión y la creencia en lo divino les brinda un marco de referencia, una estructura moral y un sentido de conexión con algo más grande que ellos mismos.
Muchas religiones permanecen activas porque más allá de las historias que incluyen a héroes o seres sobrenaturales difíciles de considerar posibles tienen en su estructura los elementos doctrinales que enseñan sobre un modo de vivir y pensar.
Es importante destacar que la persistencia de lo divino en medio de la crisis existencial no es necesariamente una prueba de su existencia objetiva. La creencia en lo divino puede ser vista como una forma de enfrentar el desconocimiento y la incertidumbre inherentes a nuestra condición humana.
Con todo, es fundamental recordar que la ausencia de creencia en lo divino no implica falta de significado o propósito en la vida. Podemos encontrar sentido y plenitud a través de nuestras relaciones, nuestros logros personales, la conexión con la naturaleza y el servicio a los demás sin necesidad de un recurso divino.
Evolución de las creencias modernas
Las religiones contemporáneas sobreviven debido a que la creencia se ha extendido y ha adquirido una base de seguidores que dan una vigencia cultural, social y, por supuesto, económica que permite su continuidad. Digamos, que todas las religiones importantes tienen una base sólida de fans.
Cabe aquí la reflexión sobre la evolución de las religiones y cómo podrían ser vistas las creencias contemporáneas en el futuro. En un mundo en constante cambio, influenciado por el avance científico, el pensamiento crítico y la diversidad cultural, nuestras concepciones religiosas están sujetas a revisión y cuestionamiento, más allá de lo establecido por las instituciones o las tradiciones. De la misma forma en que hoy juzgamos hechos culturales desde un enfoque actualizado, la religión también es juzgada desde los valores actualizados de cada sociedad.
Las creencias contemporáneas reflejan la cosmovisión y las necesidades espirituales de nuestra época. Sin embargo, debemos reconocer que nuestras creencias actuales pueden estar influenciadas por factores socioculturales, históricos y personales, y no son inmunes a la influencia del entorno en el que nos encontramos.
El tiempo nos enseña que las creencias y los dioses evolucionan, y lo que una vez fue sagrado puede transformarse en algo completamente diferente. Quizás, en el futuro, nuestras actuales concepciones religiosas sean vistas desde una perspectiva histórica y cultural, como testimonios de las creencias y los anhelos de nuestra época; quizás hayan evolucionado conforme a nuevos descubrimientos científicos o solo quede de ellas una bonita moraleja de su historia. Quizás la ética y los valores morales sean desvinculados y tomen independencia del misticismo asociado.
La historia nos muestra que las creencias y mitologías son parte intrínseca de la naturaleza humana, y cada sociedad y tiempo ha tenido sus propias formas de entender lo divino. A medida que avanzamos en el tiempo con varios siglos de diferencia, es inevitable que las concepciones religiosas también evolucionen y se transformen.
La manera en que nuestras creencias y dioses son percibidos en el futuro dependerá de la evolución de la sociedad, los avances científicos y las transformaciones culturales. Lo que es seguro es que, al igual que los dioses de las culturas extintas, nuestras creencias también dejarán su huella en la historia y en el imaginario colectivo de las generaciones futuras.
La ciencia y la filosofía han desempeñado un papel importante en la reinterpretación de las creencias religiosas a lo largo de los siglos. Nuevos descubrimientos científicos y teorías han desafiado las concepciones tradicionales y han llevado a una reevaluación de las creencias religiosas en muchos aspectos.
Además, la diversidad cultural y el diálogo interreligioso han llevado a un mayor entendimiento y respeto por las diferentes formas de religiosidad, lo cual ha generado un cuestionamiento de la exclusividad de una única verdad religiosa y ha fomentado una visión más pluralista.
Es adecuado tener en cuenta que las creencias religiosas son profundamente personales y arraigadas en la identidad de las personas. Para muchos, la fe y la espiritualidad son fuentes de consuelo, esperanza y sentido existencial. Por lo tanto, cualquier reflexión crítica sobre las creencias contemporáneas debe ser llevada a cabo con respeto y consideración hacia las experiencias y convicciones individuales.
La historia nos muestra que las religiones han experimentado cambios radicales a lo largo del tiempo, adaptándose a las necesidades y perspectivas cambiantes de las sociedades. Es probable que las creencias contemporáneas sean objeto de estudio y análisis por parte de las generaciones futuras, quienes las evaluarán en función de su relevancia, coherencia, cohesión social y contribución al bienestar humano. Serán las sociedades futuras quienes determinarán si adoptarlas, desecharlas o calificarlas como parte de una mitología posmoderna.