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Masacre de Sand Creek🕒 Tiempo estimado: 6 minutos de lectura

Masacre de Sand Creek

En la fría mañana del 29 de noviembre de 1864, la tragedia se cernió sobre Sand Creek, Colorado, como un oscuro presagio de lo que estaba por venir. Cientos de soldados de caballería del ejército estadounidense, vestidos con uniformes azules, aparecieron en el horizonte. Sand Creek era el hogar de una comunidad pacífica de nativos americanos cheyennes y arapahos del sur. Al divisar la llegada del ejército invasor, un jefe cheyenne izó la bandera de las barras y estrellas sobre su campamento, mientras otros agitaron banderas blancas como símbolo de paz y rendición. Sin embargo, la respuesta que recibieron fue la traición más vil: el ejército abrió fuego indiscriminadamente con carabinas y cañones.

La masacre de Sand Creek resultó en la muerte de alrededor de 150 nativos americanos, la mayoría de ellos mujeres, niños y ancianos. Aquellos que lograron escapar del baño de sangre inmediato fueron perseguidos a distancia y también asesinados. Antes de retirarse, las tropas incendiaron el pueblo y llevaron a cabo atrocidades adicionales al mutilar a los muertos, llevándose cabezas, cueros cabelludos y otras partes del cuerpo como trofeos macabros.

Las raíces de esta masacre se encuentran en las crecientes tensiones entre los nativos americanos y los recién llegados colonos europeos y estadounidenses en las Grandes Llanuras del este de Colorado. El Tratado de Fort Laramie de 1851 había otorgado la propiedad de la región al norte del río Arkansas hasta la frontera de Nebraska a las tribus Cheyenne y Arapaho. Sin embargo, la fiebre del oro atrajo oleadas de mineros que inundaron la zona y las Montañas Rocosas, ejerciendo una presión extrema sobre los recursos locales.

Tensiones en aumento

Las tensiones entre los nativos y los colonos se intensificaron a lo largo de la década de 1860. En 1861, se intentó establecer la paz mediante el Tratado de Fort Wise, que resultó en la pérdida de una gran parte de las tierras de los nativos americanos a cambio de pagos anuales. Sin embargo, este acuerdo fue rechazado por muchos nativos americanos y la reserva asignada junto con los pagos federales no fueron suficientes para sostener a las tribus.

La Guerra Civil estadounidense exacerbó aún más las tensiones, y episodios de violencia estallaron esporádicamente entre colonos y nativos americanos. En junio de 1864, el gobernador de Colorado, John Evans, invitó a los «indios amigos» a acampar cerca de fuertes militares para recibir suministros y protección, mientras pedía voluntarios para llenar la brecha dejada por las tropas regulares desplegadas en otros lugares durante la guerra.

En agosto de ese mismo año, Evans se reunió con Black Kettle, el jefe cheyenne, y otros líderes nativos para negociar una nueva paz. Todos los grupos parecieron estar satisfechos, y Black Kettle trasladó su banda a Fort Lyon, Colorado, donde el oficial al mando les alentó a cazar cerca de Sand Creek.

La tragedia que ocurrió en Sand Creek dejó cicatrices imborrables en la historia de las relaciones entre los nativos americanos y los colonos. La masacre de Sand Creek se mantiene como un sombrío recordatorio de las atrocidades cometidas contra los nativos americanos en el proceso de expansión hacia el oeste de Estados Unidos.

Masacre de Chivington

En un acto de traición que quedará marcado en la historia, el coronel John M. Chivington, un pastor metodista y abolicionista, lideró una traicionera incursión que resultó en la masacre de nativos americanos en Sand Creek, Colorado, en 1864. Este siniestro episodio empezó con Chivington desplazando sus tropas a las llanuras y, de manera brutal, ordenando y supervisando la masacre de los nativos.

La versión de Chivington de los hechos presentaba una narrativa retorcida. Afirmaba que, esa mañana, las fuerzas indígenas habían atacado una aldea cheyenne compuesta por 130 tipis, defendiéndose con entre 900 y 1,000 guerreros. En su relato, sus hombres libraron una feroz batalla contra enemigos bien armados y atrincherados, resultando en la victoria y la muerte de varios jefes, así como la eliminación de «entre 400 y 500 indios» y la casi aniquilación de toda la tribu.

Sin embargo, una versión completamente diferente de la masacre emergió, gracias al testimonio del capitán Silas Soule, un abolicionista comprometido que también estuvo presente en Sand Creek. A diferencia de Chivington, Soule se negó a abrir fuego o dar órdenes para atacar a los pacíficos nativos americanos. En su relato, describió cómo cientos de mujeres y niños se acercaron en busca de piedad y fueron vilmente disparados, y cómo hombres que afirmaban ser civilizados les destrozaron el cerebro. Además, Soule destacó que, de los soldados estadounidenses que murieron en la masacre, una docena lo hizo debido al fuego amigo.

El relato de Soule llegó a Washington a principios de 1865, lo que condujo a investigaciones por parte del Congreso y el ejército. A pesar de la versión de Chivington, un comité concluyó que había «planeado y ejecutado deliberadamente una masacre repugnante y cobarde» y que había asesinado a sangre fría a nativos americanos que creían estar bajo protección estadounidense.

El gobierno de Estados Unidos condenó esta atrocidad y, en un tratado firmado ese mismo año, prometió ofrecer reparaciones por los «groseros y desenfrenados ultrajes» cometidos en la masacre de Sand Creek.

A pesar de las promesas de reparación, las relaciones entre los nativos americanos y el gobierno de Estados Unidos nunca se restablecieron por completo, y las reparaciones prometidas en 1865 nunca se cumplieron. Las tribus cheyenne y arapaho fueron finalmente expulsadas a reservas distantes en Oklahoma, Wyoming y Montana.

La masacre de Sand Creek dejó una herida profunda en la historia de las relaciones entre los nativos americanos y los colonos. A pesar de las décadas transcurridas, este evento traumático sigue siendo un recuerdo sombrío de las atrocidades cometidas durante la expansión hacia el oeste de Estados Unidos. El área de la masacre de Sand Creek es ahora un Sitio Histórico Nacional, un recordatorio de los trágicos acontecimientos que ocurrieron allí y un lugar donde las ofrendas y la reflexión honran la memoria de las víctimas.

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