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Vladimir Lenin y el Comunismo de Guerra en Rusia🕒 Tiempo estimado: 6 minutos de lectura

Durante los años comprendidos entre 1918 y 1921, Rusia se vio inmersa en una cruenta Guerra Civil, enfrentando al Ejército Rojo, liderado por los bolcheviques, contra una serie de enemigos reunidos bajo la denominación del Ejército Blanco. Para sostener su esfuerzo bélico, Vladimir Lenin implementó una política económica conocida como el «comunismo de guerra». Esta estrategia implicó la nacionalización de la producción industrial, la prohibición de la empresa privada y la confiscación de los excedentes de alimentos.

A pesar de que los bolcheviques lograron prevalecer en la guerra, el comunismo de guerra resultó en una drástica disminución de la producción industrial, la devaluación del rublo y la pérdida de millones de vidas debido a la hambruna. Fue reemplazado en 1921 por la Nueva Política Económica. ¿Pero cómo funcionó realmente el comunismo de guerra y cuáles fueron sus objetivos? A continuación, exploraremos en detalle esta historia.

Fundamentos del comunismo

Los pilares del comunismo de guerra incluyeron:

  1. Nacionalización de todas las industrias y una gestión centralizada rigurosa.
  2. Control estatal del comercio exterior.
  3. Imposición de estricta disciplina laboral, con prohibición de huelgas.
  4. Trabajo obligatorio para aquellos que no eran parte de la fuerza laboral («militarización del trabajo», que incluyó una primera versión de lo que luego sería conocido como el Gulag).
  5. Requisa de excedentes agrícolas de los campesinos (si superaban un mínimo absoluto) para su distribución centralizada.
  6. Racionamiento de alimentos y la mayoría de los productos básicos, con distribución centralizada en las ciudades.
  7. Prohibición de la empresa privada.
  8. Control militar de los ferrocarriles.

A pesar de que estas medidas podrían parecer coherentes en teoría, la realidad era que se implementaron en medio de una guerra civil, lo que llevó a una falta de coordinación y eficacia. Grandes áreas de Rusia escapaban al control bolchevique, y las comunicaciones precarias dificultaban la toma de decisiones conjuntas.

De hecho, muchos sostienen que el comunismo de guerra no representaba una auténtica política económica, sino más bien una serie de medidas destinadas a ganar la guerra civil. Aunque lograron su principal objetivo, detener el avance del Ejército Blanco y recuperar gran parte del territorio, la economía rusa se deterioró en todas sus dimensiones. La hambruna se extendió, ya que los campesinos se negaban a entregar sus excedentes agrícolas, y la mala cosecha empeoró la situación. Esto llevó a la migración de trabajadores de las ciudades al campo, agravando la escasez de alimentos en los centros urbanos.

Entre 1918 y 1920, ciudades como Petrogrado perdieron el 70% de su población, mientras que Moscú experimentó una disminución del 50%. Además, la falta de insumos agrícolas afectó a las fábricas, lo que generó una carestía de productos manufacturados. En resumen, la confiscación de alimentos y los estragos de siete años de guerra, sumados a una grave sequía, desencadenaron una devastadora hambruna que cobró entre 3 y 10 millones de vidas.

A medida que la situación empeoraba, estallaron huelgas y rebeliones por parte de trabajadores y campesinos en todo el país, incluyendo la notoria Rebelión de Kronstadt en marzo de 1921. Estos levantamientos, liderados en muchos casos por izquierdistas oportunistas, representaban una amenaza para los bolcheviques.

A pesar de estos desafíos, el gobierno bolchevique logró sofocar relativamente pocos levantamientos efectivos durante la implementación del comunismo de guerra. El rublo se desplomó, dando paso a un sistema de trueque que reemplazó el dinero como medio de intercambio. A pesar de las amenazas de ley marcial contra la especulación, surgieron mercados negros.

El comunismo de guerra, aunque cumplió su propósito principal en la guerra civil, dejó a Rusia sumida en la hambruna, la escasez y el malestar generalizado. Esta política económica caótica y sus consecuencias marcaron un oscuro capítulo en la historia rusa y llevaron al posterior advenimiento de la Nueva Política Económica en 1921.

A pesar de su ilegalidad, el comercio privado se convirtió en una actividad común durante este período en Rusia. En realidad, en 1920, el trabajador promedio tenía una tasa de productividad que era aproximadamente un 44% menor que en 1913. Esta disminución se debió en parte a la falta de incentivos bajo el régimen del comunismo de guerra.

El caos económico se agravó aún más debido a la lamentable situación del sistema ferroviario. A fines de 1918, el transporte de cualquier cosa de valor a través de Rusia se volvió extremadamente difícil debido al mal estado de los ferrocarriles.

Las actitudes hacia el gobierno bolchevique variaban ampliamente. En las áreas urbanas, muchos ciudadanos estaban convencidos de que sus líderes tenían razón y que el fracaso del sistema era culpa del Ejército Blanco y de los capitalistas internacionales. Ningún país extranjero estaba dispuesto a comerciar con una Rusia gobernada por los bolcheviques, y entre 1918 y noviembre de 1920, los aliados bloquearon oficialmente a Rusia.

Dentro de los territorios controlados por los bolcheviques, había un fuerte interés en ver la victoria de su bando en la guerra civil. Por lo tanto, muchos estaban dispuestos a hacer lo necesario para evitar que el Ejército Blanco triunfara.

Además, los bolcheviques pudieron culpar a los blancos de muchos de los problemas económicos de Rusia, ya que controlaban áreas que normalmente habrían abastecido a las fábricas y suministrado productos esenciales. Por ejemplo, los Urales, que solían proporcionar carbón y hierro a ciudades como Petrogrado y Tula, quedaron aislados de la Rusia bolchevique desde la primavera de 1918 hasta noviembre de 1919. De manera similar, los campos petroleros estaban en manos de los blancos, mientras que el Ejército Rojo bolchevique luchaba por aprovisionarse.

Cuando la guerra civil finalmente llegó a su fin, el comunismo de guerra ya no tenía una justificación sólida a los ojos de los líderes rusos. La crisis socavó la lealtad generalizada hacia el gobierno, y Lenin se vio obligado a tomar medidas decisivas. En febrero de 1921, reemplazó el comunismo de guerra con la Nueva Política Económica, que describió como un sistema que combinaba «un mercado libre y capitalismo, ambos bajo control estatal». Esta nueva política reintrodujo el incentivo para producir con fines de lucro, poniendo fin a los horrores de los años de comunismo de guerra, que quedaron atrás en la historia rusa.

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