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Neocolonialismo en África y la Conferencia de Berlín🕒 Tiempo estimado: 3 minutos de lectura

Durante el siglo XIX, Europa atravesó un periodo de intensas transformaciones industriales y tecnológicas, conocido como la Segunda Revolución Industrial. Este avance se caracterizó por el uso innovador de fuentes de energía como la electricidad y el petróleo, lo que impulsó el desarrollo de la industria química, la metalurgia, y revolucionó los medios de transporte y comunicación. Este periodo de expansión tecnológica propició un crecimiento económico sin precedentes, generando una voraz demanda de materias primas y la búsqueda de nuevos mercados para los productos europeos.

Consecuentemente, naciones europeas pusieron sus ojos en África, Asia y Oceanía, con el fin de establecer un sistema de explotación económica en estas regiones. África se convirtió en el continente más codiciado, dando lugar a la instalación de numerosas colonias europeas.

Influencia europea en África

Hasta la década de 1870, la influencia europea en África se limitaba a acuerdos económicos con ciertos reinos y control parcial de algunas áreas. Sin embargo, esta presencia se intensificó notablemente a través de tres acontecimientos clave, según Valter Roberto Silvério:

  1. El rey belga Leopoldo I, seguido por Leopoldo II, mostró un gran interés por el Congo, lo que desembocó en la creación de una asociación para explorar este territorio.
  2. Portugal llevó a cabo expediciones que fomentaron la ocupación de áreas en el interior de Mozambique.
  3. Francia incrementó su presencia en Egipto, Túnez y Madagascar.

Esta sucesión de eventos desató un ferviente interés europeo por el continente africano, culminando en la organización de la Conferencia de Berlín. Sugerida por Portugal y organizada por el canciller alemán Otto von Bismarck entre 1884 y 1885, esta conferencia abordó temas como el dominio belga sobre el Congo y la navegación de los ríos Congo y Níger. Además, bajo la influencia del Reino Unido, se determinó que Portugal debía renunciar a sus pretensiones territoriales en Angola y Mozambique, y se establecieron las bases para la ocupación europea de otros territorios africanos, consolidando así el dominio europeo en África.

La justificación de esta ocupación se enmascaró bajo el discurso de una misión civilizadora, en la que las potencias europeas afirmaban llevar los beneficios de la civilización occidental, como la tecnología moderna, el cristianismo y conceptos de progreso, con el supuesto fin de erradicar la esclavitud aún existente en algunas regiones de África. Sin embargo, este argumento ocultaba el verdadero propósito de imponer un proceso de explotación intensiva. La ocupación también se apoyó en teorías racistas prevalentes en la época, destacando el darwinismo social, una interpretación errónea de la teoría de la evolución de Darwin, que postulaba la superioridad de ciertas “razas humanas”.

A pesar de estos argumentos, los europeos se encontraron con una resistencia considerable en diversas zonas de África. Estos movimientos resistieron la influencia y presencia europea, aunque finalmente fueron sofocados por el poderío militar europeo. La presencia europea en África perduró hasta mediados del siglo XX.

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