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Historia del origen del capitalismo🕒 Tiempo estimado: 4 minutos de lectura

Historia del origen del capitalismo

Los orígenes del capitalismo nos llevan por un recorrido histórico repleto de diversas experiencias políticas, sociales y económicas. Para comprender este proceso, retrocedemos en el tiempo hasta la Baja Edad Media, un período que marcó la transformación de las propiedades feudales, antes autosuficientes, hacia un sistema donde la tierra se arrendaba y el trabajo se remuneraba con salarios.

Estos cambios iniciales coincidieron con la aparición de una clase de comerciantes y artesanos que vivían en las fronteras de la estructura feudal, en lugares conocidos como burgos. Fue entonces cuando esta clase social recibió el nombre de burguesía. La burguesía medieval introdujo una nueva dinámica en la economía europea, donde la búsqueda de ganancias y la circulación de bienes en diversas regiones cobraron mayor relevancia.

Desarrollo y evolución del capitalismo

La práctica comercial imprimió una lógica económica distinta, donde los comerciantes valoraban las mercancías no por su utilidad o demanda, sino por su valor de cambio, marcando el inicio de una economía basada en valores numéricos. Los comerciantes ya no evaluaban el valor de los bienes en función de su utilidad, sino que calculaban costos y ganancias con el objetivo de acumular capital.

Este proceso de monetización llevó a los comerciantes a trabajar incansablemente en busca de ganancias y acumulación de capital, lo que a su vez exigió una expansión constante del comercio. En este contexto, a finales de la Edad Media, la creciente clase burguesa se alió con la nobleza y buscó el apoyo político para dominar nuevos mercados, regular impuestos y estandarizar monedas.

Estos cambios marcaron la transición de la Edad Media a la Edad Moderna y dieron lugar al nacimiento del capitalismo mercantil y la gran navegación. En este escenario, los Estados Nacionales fomentaron la exploración y colonización de nuevas áreas económicas, incorporando los continentes americano y africano a una economía global vinculada a las potencias europeas.

El capitalismo mercantil no solo condujo a una impresionante acumulación de riqueza, sino también a una economía competitiva donde las potencias económicas buscaban acuerdos, implementaban aranceles y promovían guerras para expandir sus horizontes comerciales. Sin embargo, la relación entre la burguesía y la nobleza se volvió tensa cuando los privilegios de esta última obstaculizaron el desarrollo burgués.

En este período, los principios de la Ilustración defendieron una mayor autonomía de las instituciones políticas y criticaron la autoridad monárquica. Fue en este contexto que surgieron las revoluciones liberales, comenzando en Inglaterra en el siglo XVII, donde se limitó el poder real en favor de la autonomía económica. Esto benefició a la burguesía al otorgarle libertades para celebrar acuerdos comerciales y unir sectores económicos en interés del comercio. Fue en este escenario que el capitalismo adquirió impulso con la Revolución Industrial.

Esta revolución marcó un cambio en el progreso tecnológico y la integración económica, sentando las bases de la economía contemporánea. El desarrollo tecnológico, la obtención de materias primas a bajo costo y la expansión de los mercados llevaron al capitalismo a una ambigüedad: el enriquecimiento de las élites y el empobrecimiento de la clase trabajadora.

A medida que avanzaba el siglo XIX, el capitalismo promovió la riqueza a través de la explotación laboral y la formación de monopolios industriales. Surgieron doctrinas socialistas en oposición a este modelo, pero el capitalismo continuó su desarrollo a pesar de revueltas y levantamientos.

En el último siglo, el capitalismo ha atravesado diversos episodios de crisis que han puesto de manifiesto los desafíos inherentes a su búsqueda constante de crecimiento. A pesar de estos desafíos, hemos presenciado cómo nuevas estrategias de política económica y avances tecnológicos han brindado al capitalismo un apoyo para expandirse hacia nuevas fronteras. Como resultado, muchos se preguntan si es posible concebir un mundo fuera del capitalismo.

Sin embargo, ¿podemos afirmar con certeza que el capitalismo nunca llegará a su fin? Para hacer una afirmación tan definitiva, debemos considerar que el tiempo y sus transformaciones pueden abrir nuevas perspectivas y ofrecer formas alternativas de desarrollo. El capitalismo, ya sea inmortal o mortal, continúa influyendo en nuestras vidas de maneras que se reconfiguran a una velocidad cada vez más sorprendente.

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