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Tecnología y la Criptografía en los Conflictos del Siglo XX🕒 Tiempo estimado: 3 minutos de lectura

Desde el comienzo de la modernidad, es bien sabido que muchos avances provenientes del desarrollo de la ciencia moderna y el progreso tecnológico se han aplicado sistemáticamente en contextos bélicos. Con la Revolución Industrial, y especialmente a partir de la Segunda Revolución Industrial en el siglo XIX, surgieron numerosos campos industriales, entre ellos, la industria armamentística. En el siglo XX, las dos Guerras Mundiales demostraron la importancia de la tecnología tanto en el campo de batalla como fuera de él.

Uno de los ámbitos que alimentó el conflicto bélico, sin estar físicamente presente en los campos de batalla, fue el desarrollo de la tecnología criptográfica y el cifrado de información. Las máquinas criptográficas, empleadas para decodificar datos de la inteligencia militar enemiga, se convirtieron en una de las estrategias más destacadas de la Segunda Guerra Mundial.

Modelos tecnológicos pioneros

Durante este conflicto, dos modelos de máquinas criptográficas se enfrentaron: la «Enigma», utilizada por los nazis, y la «Ultra», empleada por los británicos. Los nazis adoptaron el modelo «Enigma» de inventores austriacos, especialmente de Arthur Sherbios, quien en 1918 había desarrollado una serie de máquinas con rotores cifrantes capaces de generar mensajes secretos mediante combinaciones únicas. Estas máquinas fueron adquiridas y perfeccionadas por la marina alemana durante las décadas de 1920 y 1930.

En la década de 1940, al enterarse del uso de la máquina «Enigma» por parte de los alemanes, los británicos, bajo el liderazgo de Winston Churchill, iniciaron el proyecto «Ultra» con un grupo de matemáticos polacos. Este proyecto culminó en una máquina aún más sofisticada que el modelo «Enigma», capaz de interceptar y decodificar sus mensajes. La contribución de Alan Turing, quien más tarde desarrollaría lo que se considera el primer computador del mundo, fue crucial para el éxito del proyecto «Ultra».

En este contexto de duelo criptográfico, donde cada pieza de información era invaluable para poner fin a la guerra, algunos historiadores señalan que Churchill permitió deliberadamente que varios de sus batallones cayeran en trampas nazis para mantener la ilusión de que el secreto de la «Enigma» no había sido descifrado. Este sacrificio se consideraba necesario para proteger el secreto de la decodificación llevada a cabo por «Ultra». Jean Marabin señala que Churchill no admitiría este sacrificio, enfocado en el objetivo supremo de desembarcar en Europa y derrotar a la Alemania nazi. Este enfoque refleja la complejidad y los sacrificios inherentes a la estrategia de guerra, implicando un juego de engaños que también cobró la vida de millones de alemanes, en un testimonio del alto costo humano de la historia

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