Capitalismo financiero🕒 Tiempo estimado: 2 minutos de lectura
Desde su emergencia a finales del siglo XIV y comienzos del XV, el capitalismo ha atravesado diversos episodios que han modificado su dinámica y características esenciales. Originariamente, se basó en una fase comercial centrada en el intercambio de mercancías, particularmente especias, como motor del desarrollo económico. La revolución industrial marcó un giro hacia la preeminencia de las empresas y sus factorías en la economía.
No obstante, el cambio hacia el capitalismo financiero se gestó entre finales del siglo XIX y principios del XX, impulsado por la división empresarial en acciones y la fusión del capital industrial con el financiero. Esta etapa se caracterizó por enfocarse en los mercados de valores y en un sistema especulativo basado en créditos e intereses.
La bolsa de valores se erige como el emblema del capitalismo financiero, concentrando las principales inversiones y operaciones de capitales, acciones y bonos, y actuando como el “corazón” de este sistema, alrededor del cual giran todas las inversiones significativas del mercado.
La influencia de los bancos en la economía también creció exponencialmente, financiando actividades productivas tanto urbanas como rurales y jugando un papel crucial en el desarrollo económico mediante la negociación de préstamos y la conversión de acciones y deudas en “activos” comercializables.
El crecimiento empresarial, con la gestión a cargo de numerosos accionistas, se disparó, especialmente en empresas originarias de países desarrollados, que comenzaron a invertir en otros mercados, incluso en competidores, adquiriendo un control significativo. Este dominio de pocas marcas en el mercado llevó a algunos analistas a referirse al capitalismo financiero como capitalismo monopolista.
Con los avances en comunicaciones y transporte, estas corporaciones se expandieron internacionalmente, conocidas como empresas transnacionales o multinacionales, marcando su presencia en territorios extranjeros.
La expansión hacia países en desarrollo y emergentes promovió la industrialización en estas regiones, a menudo dominada por la inversión extranjera sobre el desarrollo local, buscando acceso a materias primas, mano de obra barata y nuevos mercados de consumo.
Esta dinámica alteró la División Internacional del Trabajo (DIT), permitiendo a los países en desarrollo no solo exportar materias primas sino también producir bienes industrializados, gracias a las inversiones de grandes empresas que, motivadas por incentivos fiscales locales, lograron reducir costos de producción.
La Tercera Revolución Industrial y el fin de la Guerra Fría con la caída del Muro de Berlín extendieron el alcance global del capitalismo financiero, que, junto al Capitalismo Informacional propuesto por Manuell Castells, integra mercados financieros a nivel mundial, consolidando al dólar como la principal divisa en el comercio internacional.